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La Bitácora del Dr. Ucha

La Autovaloración y su significado para el Rendimiento Deportivo

La Autovaloración y su significado para el Rendimiento Deportivo

Dr. Francisco García Ucha; y Lic. Marta Domínguez González

Instituto de Medicina Deportiva

RESUMEN

El trabajo resalta la importancia de la autovaloración como sistema de gran relevancia, para conocer la personalidad y la influencia que tiene en la regulación del comportamiento.

Los autores concluyen que la autovaloración del comportamiento competitivo tiene un papel director en la transformación de los resultados deportivos.

El deportista plantea un grado de realización personal correspondiente con el nivel que considera suficiente y posible para él, basado en una representación de sí mismo, de sus posibilidades y limitaciones.

La autovaloración permite al deportista correlacionar su grado de aspiración con sus potencialidades reales de rendimiento, por lo cual cumple un papel importante en la regulación y control del comportamiento deportivo. La autovaloración del comportamiento deportivo, por estar referida a una actividad específica, posee características propias y desarrollo peculiar.

INTRODUCCIÓN   

Los conceptos de autoconciencia y autovaloración están sujetos a constante reelaboración, entre los investigadores se han dedicado al tema dentro de la psicología de la personalidad están: J. L. Rubinstein (1935), L. Bozhovich (1976) y E. Savenko (1978).

Por otra parte, desde que las teorías científico-generales, tales como las de Sistema, Información y Cibernética, aparecieron, de forma total o parcial en el campo de la Psicología, para introducir ideas como sistemas autorregulados, regulación, control y retroalimentación, etc., los conceptos de autovaloración y autoconciencia vinieron a llenar un vacío en el conjunto de las teorías psicológicas, que se inclinan a enfocar el estudio de la personalidad como sistema regulador del comportamiento del sujeto.

De manera que, estos conocimientos van adquiriendo, dentro del sistema de conceptos de la Psicología, un significado determinado, y que van a colaborar en el futuro, al establecimiento de la vinculación entre todas las ideas que la Psicología viene elaborando, lo cual permitirá establecer las regularidades, leyes y principios descriptivos de su objeto de estudio.

Todo SISTEMA DE CONCEPTOS le imprime a cada pensamiento integrante un valor específico; esto es, cada uno de ellos tiene valor y significado dentro del régimen de las nociones componentes de una ciencia determinada. Tomamos de manera aislada, la utilización de esos juicios se hace difícil y rigurosa. Por ello veíamos con cierto dramatismo como la separación tan profunda, subsistente todavía dentro del SISTEMA DE CONCEPTOS, referidos a la Psicología, aun en las corrientes representativas más avanzadas y de la importancia que reviste para la elaboración correcta de la idea de autovaloración, se hace más apremiante la realización de concepciones, sistemáticamente, de sus elementos y estructuras.

Un importante ejemplo de lo significativo de este proceso de síntesis, dentro del esquema conceptual de la Psicología, lo podemos ver en la separación mantenida, durante décadas, de los conocimientos sobre lo afectivo y lo cognoscitivo, y cómo repercute negativamente en el estudio del desarrollo de la personalidad.

Después de referirnos a la importancia de concepto y a la necesidad de su ubicación, así como de las relaciones dentro de los pensamientos elaborados por la Psicología, podemos decir que en la actualidad, a pesar del avance logrado en la definición de la autovaloración, su determinación estricta aún no ha sido alcanzada, pues reúne determinados atributos o propiedades, y de ella se van desprendiendo ciertas particularidades que se le atribuían con anterioridad. Es bueno señalar que las ideas siempre representan la historia del saber humano en el proceso de desarrollo del conocimiento.

Una definición bastante precisa, a nuestro juicio, es la brindada por E. Savonko (1978); "La capacidad del hombre para tomar conciencia de sí mismo, de sus fuerzas y aptitudes mentales, de las acciones motrices y de los objetivos de su comportamiento, de su actitud ante lo que le rodea, hacia otras personas y hacia sí mismo. La autovaloración está presente en cada acto de la conducta, es el componente principal de la autoconciencia y, al mismo tiempo, un registro de sí mismo, un motivo para la actividad y la formación de la personalidad".

No obstante, esta definición exige, desde nuestro punto de vista, una elaboración más amplia.

Si representamos en un cuadro la esfera psíquica del sujeto, al colocar, desde luego, todos sus elementos integrantes, sus atributos, patrones de conducta, capacidades tanto efectivas como potenciales, la esfera de sus motivaciones, sus vivencias afectivas, convicciones, etc.,es decir, todos los componentes y propiedades de su personalidad, entonces, nosotros planteamos que ese cuadro se ordena, para el sujeto, en torno a un eje que cumple un papel sintetizador y organizador dentro del sistema de la personalidad, y que, con relación a éste, los atributos antes señalados cumplen o cobran determinados significados que dan lugar a la representación que tiene el sujeto de si, lo cual origina un tipo de comportamiento; es decir, ordenamiento que permite el control y regulación del sujeto.

Este sistema organizador del cuadro de la personalidad del sujeto, y que no es más que la capacidad de autovaloración, se construye a partir de los procesos afectivos y cognoscitivos y, a su vez, cumple la función de armonizar el cuadro de la personalidad del sujeto.

La autovaloración ínter vincula los atributos del cuadro de la personalidad del sujeto: sus intereses, motivos, nivel de capacidad tanto intelectual como física, etc., y constituye una de las funciones más importante, al permitir al sujeto considerar como favorables algunos de los componentes de su personalidad, y a otros no, o bien que los represente como poco propicios, no desarrollados o carentes de ellos, o con ciertas posibilidades potenciales.

El grado de objetividad con que el sujeto llegue a valorarse planteará si esa autovaloración resulta adecuada o inadecuada; si este último aspecto es fruto de sobre valoración o subvaloración y, además, si la movilidad entre éstas es estable o inestable. Cada uno de estos aspectos va a estar determinado por la comprensión de los mecanismos cognoscitivos y afectivos que rigen la autovaloración, así como por la propia dinámica de estos procesos y del estado del sujeto, definido este último como la relación entre las propiedades de la personalidad y los procesos antes mencionados.

Este enfoque ayuda a comprender la personalidad coma un sistema, que tiene como fin la regulación del comportamiento del sujeto, de sus estructuras internas.

Un papel fundamental en estos mecanismos la puede ejercer, en determinado momento, la esfera motivacional del sujeto, sin restar importancia a los componentes cognoscitivos, y en otro momento, el mecanismo puede estar determinado por regulaciones superiores, como son las cognoscitivas, sin que estén ausentes la motivación y las aspiraciones personales del individuo; ambos procesos estarán siempre presentes con uno u otro matiz.

Pero de igual forma, la autovaloración controla, regula y pone en juego, dentro de la dinámica del comportamiento, determinados aspectos de la cognición, y selecciona, por ejemplo, dentro del arsenal de experiencias del sujeto, las más acordes con los fines que persigue en una situación específica. Algo similar ocurre con la esfera de motivación del sujeto, que elabora y reordena el cuadro de la personalidad, de acuerdo, entre otras cosas, con las exigencias tare polifacéticas del medio y del estado en que se encuentra el individuo.

Ello plantea que las relaciones de la autovaloración con el cuadro de la personalidad del sujeto tiene un carácter, de ínter vinculación; en otras palabras, los cambios en una influyen en la otra, y los cambios en el cuadro de la personalidad alterar„ a su vez, a la autovaloración.

Es así que la autovaloración revisa, valora el estado del sistema de la personalidad y al sujeto, y llega al ordenamiento de él al ejercer sus funciones de regulación y control, lo cual permite que pueda enfrentar los requerimientos de las diversas actividades impuestas por el medio.

Gracias al reconocimiento de sí mismo, de su estado, puede el hombre prepararse, de manera activa, para las funciones transformadoras de su medio.

En resumen, la autovaloración, vista en este plano, cumple dos funciones: brinda una representación al sujeto de lo que él es y, a la vez, a partir de aquí, regula y controla sus actividades.

Estudio de la autovaloración en la actividad deportiva

Diversos autores, de diferentes tendencias psicológicas, han abordado el estudio de la autovaloración en la esfera deportiva. Se ha concluido que mediante la autovaloración se reflejan la cualidades físicas y psíquicas del deportista, se conocen sus niveles tanto de preparación física como técnico-táctica, y, asimismo, la capacidad para la atención, el pensamiento, la emotividad, y, también, cuáles sor, los motivos que dirigen la actividad, e incluso la forma en que logra alcanzar el resultado deseado.

El funcionamiento de la autovaloración se manifiesta de diversas maneras, por tal motivo, alguno psicólogos del deporte, como N. Judadov (1979), F. García Ucha (1989), establecen tres grupos principales de aspectos en la autovaloración.

1. En la esfera de los conocimientos la autovaloración comprende la percepción y las sensaciones propias, observación y representación de sí, el auto análisis y la autocrítica.

2. En la esfera de la actividad. la disposición y el sentido del deber.

3. En la esfera volitiva, el dominio de sí, la independencia y la autodisciplina. Los aspectos enumerados poseen un carácter educativo y, como toda particu­laridad de la personalidad del deportista, pueden, ser sometidos a un proceso de formación, de desarrollo y de transformación.

En el deporte, el estudio de la autovaloración está relacionado con dos aspectos que dan lugar a diferentes líneas de investigación y a varios esbozos teóricos. De estos últimos, uno de ellos surge por la necesidad de aplicar un método o procedimiento capaz de reflejar, en la actividad del entrenamiento y competencia, la influencia que sobre el sistema psicofísico del deportista tiene la carga externa.

Los investigadores no tienen la posibilidad de aplicar métodos objetivos que permitan conocer, con claridad, las características del estado del organismo del deportista de manera global, sobre todo aquéllas indispensables para dirigir el entrenamiento: grado de agotamiento o cansancio, capacidad de trabajo especial, etc.; o sea, conocer la repercusión que la carga deportiva tiene sobre el sistema psico-físico del deportista.

D. Arosiev (1981) es uno de los investigadores del campo socialista que señala las principales ventajas de la autovaloración, basado en los resultados de sus experiencias, tales como:

1. Obtuve, una valoración del deportista sin sobrecargar el organismo, por lo cual puede emplearse todas las veces que quiera en cualquier fase de agotamiento recuperación.

2. Observó que mediante esta técnica se pueden, medir con, gran exactitud los problemas surgidos durante la regulación del entrenamiento: cansancio, grado de recuperación y capacidad de trabajo, etc.

Este autor y N. Ozolin, (1972) ampliaron el campo de utilización de la autovaloración mediante ella se dieron a conocer: el estado de ánimo; el deseo de entrenar y participar en competencias; el cansancio general y localizado antes y después del entrenamiento: grado de recuperación durante el sueño; apetito, etc.

Otro aspecto estudiado dentro de la actividad deportiva fue la relación de la autovaloración y su calidad con el resultado deportivo, sobre todo en el Deporte de Alto Rendimiento.

Desde nuestro punto de vista, en el Deporte de Alto Rendimiento la autovaloración juega un papel relevante; cuando analizamos al deportista como SISTEMA, podemos aplicar, entonces, una vez más, la idea de que ellos no son equipotenciales, lo cual quiere decir, en cada caso que, dentro de su desarrollo, los SUBSISTEMAS integrantes van a tener un significado especial, una cierta preponderancia en relación con los otros, por lo cual se puede considerar como cierto ordenamiento, dependiente de las características del nivel deportivo.

En el caso de los deportistas de alto rendimiento. nosotros pensamos que constituye una condición indispensable el alto dominio de los aspectos técnico-tácticos, así como arribar a este nivel con determinado desarrollo de la personalidad, con un adecuado grado de motivación, con posesión de cierta jerarquía de motivos, indispensable en este nivel, por cuanto ella constituye la fuente energética que ha compulsado al deportista a sostener los agotadores esfuerzos volitivos que se realizan en entrenamientos y competencias: atributo morales, cualidades tanto volitivas e intelectuales como motrices, etc., esenciales para llegar a la formación deportiva. Entonces cobran mayor importancia el control y regulación de la conducta en el refinamiento de las acciones del deportista, para lograr el perfeccionamiento y el alto nivel deportivo, aspectos garantizado por una autovaloración apropiada.

Todo el proceso de alto rendimiento está marcado por la necesidad del empleo máximo, idóneo, y casi óptimo, de todos los recursos del organismo y de la personalidad en la obtención del resultado deportivo, de esa manera vemos que los problemas presentes en los deportistas de alto rendimiento son relacionados, fundamentalmente, con la forma que integran sus capacidades en la consecución del fin deportivo. Así, dos deportistas pueden llegar a una competición en igualdad de las condiciones antes mencionadas, pero sólo logrará el triunfo aquél que logre la ejecución más perfecta de la acción en su extensión cualitativa y cuantitativa, por-que haya sido capaz de lograr un alto control y regulación de su conducta.

Por otra parte, dada la gran importancia de controlar v regular las acciones del deportista, los psicólogos, al inicio, pretendían, con técnicas tales como la sugestión y la hipnosis, controlar el comportamiento del deportista; pero la necesidad de una actuación altamente consciente, considerando lo complejo de la actividad y de las demandas que en ellas aparecen, determinó el establecimiento por el propio deportista, de los procesos de regulación, y control del comportamiento. Se llegó a la conclusión que lo más efectivo era la autorregulación.

Un ejemplo que nos ilustra la importan­cia de la perfección, de la acción en el éxito deportivo, el cual se logra a medida que los deportistas alcanzan un mayor nivel de preparación psicológica. es el siguiente:

El 20 de junio de t 978, en Sacramento, EE.UU., Jim Hines, Ray Smith y Charlie Greene, cronometraron un tiempo de 9,9 segundos; además, otro corredor, Lennox; Miller, 10,0, y otro competidor registro 10.1 segundos, todo ello en una sola carrera, en la cual cruzaron la meta cuatro corredores en el intervalo de 0,1 segundo. En la Olimpiada de México, en 1968, en el transcurso de 0,2 segundo cruzaron la meta seis corredores.

Se pudieran citar otras ocurrencias, pero no deseamos hacer, extenso nuestro trabajo con, repeticiones de casos, aunque cualquier observador, de eventos deportivos lo puede verificar, como, por ejemplo, sucedió en las magnificas Olimpiadas celebradas en, Moscú, en 1980.

Dentro de la línea de pensamiento que venimos siguiendo, R. Mathesius (1976) señalaba que la autovaloración es una condición, para el rendimiento deportivo, independientemente de que las condiciones internas del deportista queden, reflejadas en sus formas reales o parcialmente deformadas, la cual debe ser atendida, estudiada y transformada. Si el deportista no valora adecuadamente sus capacidades de rendimiento, subestima determinados obstáculos, ello influirá positiva o negativamente sobre su capacidad de rendimiento. En sus estudios, ese autor encontró que la autovaloración, se torna específica y que el deportista, al valorar las capacidades típicas involucradas en la modalidad deportiva, se basa en ella para llegar, a un juicio de su actuación. Así. el corredor puede reflejar con mayor objetividad el curso de sus capacidades físicas tales coma velocidad, fuerza, resistencia; el gimnasta, la coordinación de los movimientos; el boxeador sus rendimientos en relación con el contrincante.

N. G. Ozolin (1970) encontró que la coherencia entre la autovaloración del deseo de entrenar, la capacidad de trabajo y el pronóstico de los resultados, de una parte, y de otra el logro deportivo, resulta tan estrecha que puede utilizarse para el control de la preparación especial del deportista. Los datos obtenidos en deportistas de dos disciplinas deportivas diferentes demostraron que cuanto mayor, experiencia tenga el deportista más exacta será la autovaloración.

D. A. Arosiev, R. 1. Spector y V. A. Galkov (1977), encontraron diferencias en la habilidad de los deportistas para auto valorarse de acuerdo con su nivel deportivo. También, hallaron la existencia de diferentes niveles de autovaloración en el período de preparación física, acordes con las exigencias planteadas al deportista acerca de sus rendimientos teniendo en cuenta la influencia externa (instalaciones de entrenamiento, competencia, estado atmosférico. etc.).

N. Judadov e I. Nekrasov (1978) estudiaron y desarrollaron métodos de autovaloración de las reacciones emocionales ante el estrés competitivo y las formas de autorregulación, a partir de las vivencias afectivas previamente auto valoradas por los deportistas.

El estudio de la autovaloración en el deporte recién comienza en nuestro país para lo cual no contamos con muchos trabajos sobre el terna.

F. García Ucha (1979), al realizar estudios sobre la autovaloración comparó un grupo de deportistas corredores de alto rendimiento-con éxitos y otro grupo que no los tenía. Halló que los deportistas que no triunfan subvaloran sus capacidades deportivas, presentan sentimientos de minusvalía y se inhiben ante los factores externos de la competencia que pueden constituir un obstáculo para lograr el éxito

En 1988 este autor realizó un estudio de la autovaloración en deportistas velocistas de alto rendimiento, así como de su capacidad física de trabajo. y encontró una alta correlación entre su autodefinición v las pruebas empleadas.

F. García Ucha y A. Fernández (1980) estudiaron la autovaloración tanto del estado general de los deportistas de un equipo de Polo Acuático, de alto nivel, como la de los pronósticos de los resultados, y hallaron, que tienen, relación con el grado de experiencia del deportista con su nivel de preparación, y con el estado de su forma deportiva.

Además, F. García Ucha y A. Fernández (1988) investigaron el comportamiento competitivo de un equipo de Polo Acuático de alto rendimiento mediante la autovaloración, y concluyeron que el deportista puede tener una autovaloración adecuada de sus capacidades, pero esta tendencia no llega ¡ser un motivo para la transformación de sus deficiencias y, por tanto, es necesario insistir en el deportista para que movilice sus recursos. Para ello se recomiendan programas de actividades que aseguren la transformación de las capacidades de los deportistas.

F. García Ucha y colaboradores (1988) comprobaron que la autovaloración adquiere un carácter más nítido cuando se relaciona con la actividad específica del deportista, en dependencia de la disciplina deportiva que practique.

En la actualidad, la actividad deportiva no puede concebirse sin la participación directa del deportista en su propio perfeccionamiento. La actitud consciente hacia si mismo en la preparación se traduce en una mejor organización y conducción de su propia educación.

F. García Ucha y R. León (1988) estudiaron las relaciones entre la autovaloración, el nivel de aspiración y el grado deportivo de gimnastas juveniles, y encontraron una tendencia general a sobre valorarse en relación con el nivel de formación atlética alcanzado par ellos. Este trabajo inició el estudio del desarrollo de la autovaloración de las acciones deportivas, que reviste particularidades específicas y guarda estrecha correspondencia con el desarrollo de la capacidad de autovaloración general del sujeto.

Estudios recientes de F. García Ucha (1981) y P. Posada Leal (1981), acerca de la autovaloración de las acciones tácticas en jugadores de Tenis de Campo, han permitido establecer con, más precisión las cargas afectiva y cognoscitiva que integran la autovaloración del deportista. En un grupo de jugadores de este deporte, altamente motivados, se encontró que ellos compensaban su falta de conocimientos tácticos con una sobre valoración de sus capacidades para la acción táctica de juego.

F. García Ucha y R. León encontraron, en un grupo de judokas juveniles, que llegaban, a subvalorarse como consecuencia de un programa de instrucciones que no establecía la posibilidad de alcanzar altos logros deportivos.

CONCLUSIONES

1. La autovaloración del comportamiento deportivo tiene un papel directo en la transformación de los rendimientos competitivos de alto nivel.

2. El deportista se plantea un grado de realización personal que se expresa por una continua calidad, o cantidad, y en correspondencia con el valor, que considera suficiente y posible para él, basado en una representación de sí mismo, de sus posibilidades y limitaciones.

3. La autovaloración del comportamiento competitivo, por estar referida a la actividad específica, posee características propias y desarrollo peculiar, que en cierto sentido se puede corresponder con el progreso de la autovaloración en general del sujeto.

4. La autovaloración es un subsistema ordenador dentro del sistema más amplio de la personalidad del deportista, y permite correlacionar su grado de aspiración con sus posibilidades reales, esto es, su nivel de rendimiento.

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