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La Bitácora del Dr. Ucha

Comportamiento Agresivo en la Práctica Deportiva (Segunda Parte)

Comportamiento Agresivo en la Práctica Deportiva (Segunda Parte)  

Comportamiento Agresivo en la Práctica Deportiva

Comportamiento agresivo en la práctica deportiva: una contrastación de las diferentes teorías de la agresión

William René Martín Rosado

Universidad Autónoma de Yucatán

Freud y Lorenz afirmaban que la conducta agresiva es innata (en Roffé, 1999); para ellos la agresividad humana es un instinto alimentado por una fuente de energía inagotable y no necesariamente es resultado de una reacción a estímulos externos. Sostiene Lorenz que la energía específica para un acto instintivo se acumula constantemente en los centros nerviosos relacionados con esta pauta del comportamiento y si se acumula energía suficiente es probable que se produzca una "explosión", aun sin la presencia de un estímulo (Fromm, 1991).

Freud, en su teoría psicoanalítica, sugiere que hay dos grupos básicos de impulsos, el Eros y el Tanatos (en Engler, 1996). El Eros se refiere a los impulsos vitales, aquellas fuerzas que mantienen los procesos vitales y aseguran la reproducción de la especie. El Tanatos, que implica los impulsos de muerte y que según Badcock es una realidad biológica y la fuente de la agresividad, y refleja la resolución última de toda la tensión de la vida en la muerte (en Engler, 1996).

Los teóricos psicoanalíticos contemporáneos, apoyándose en la obra de Freud, han tenido la noción de que la agresión es un instinto impulsivo. Es habitual, en el pensamiento psicoanalítico actual que la agresión debe ser descargada periódicamente para evitar que se acumule hasta el punto en que su expresión se vuelve espontánea e incontrolable (Goldstein, 1978).

Roffé (1999) señala que, con base en la teoría instintivista, la agresión debe canalizarse de manera aceptable, y para eso el deporte puede jugar un papel muy importante. También menciona que aunque el deporte puede ser una actividad para canalizar la agresión, también puede ser una actividad generadora de conducta agresivas, sobre todo en el deporte profesional en donde existen intereses económicos de por medio.

Según la afirmación anterior, se puede decir que el deporte es una manera socialmente aceptada para canalizar posibles energías que puedan llevar a las personas a ser agresivos, sin embargo el hecho de que conductas agresivas surjan en el ámbito deportivo podría deberse más a valores socialmente establecidos (económicos, estatus) que a un posible instinto que posean los seres humanos a ser agresivos.

Retomando el término agresión benigna, al que Fromm hace referencia, se puede decir que ese es el tipo de agresión al que los instintivistas se pudieran referir cuando hablan de una agresión por instinto, una agresión adaptativa que ha permitido que la especie humana sobreviva a lo largo del tiempo.

2.3.2. La teoría de la frustración-agresión

Algunos autores plantean que la conducta agresiva tiene como un antecedente necesario una frustración. La frustración ha sido entendida como contrapuesta a la gratificación, como interferencia a la ocurrencia de la satisfacción de la necesidad, tanto psicológica, biológica y social. La frustración implica situaciones bloqueadoras, amenazantes y de deprivación, que surgen como respuesta tanto a estímulos internos como externos (Ardouin et. al., 2003).

La teoría de la frustración-agresión surge en 1939 cuando Dollard (en Berkowitz, 1996) y sus colaboradores creían que cualquier acción agresiva podía ser atribuida en última instancia a una frustración previa, es decir, dicha teoría mantenía que las personas son impulsadas a atacar a otros cuando están frustradas: cuando son incapaces de alcanzar sus metas o no obtienen las recompensas que esperaban.

En cuanto al término frustración existe dificultad para ponerse de acuerdo respecto al significado de la misma. Sin embargo, existen principalmente dos maneras de definirla. Los que hacen referencia a una barrera externa que impide a alguien alcanzar sus metas, y los que afirman que la frustración es una reacción emocional interna que surge ante una contrariedad (Berkowitz, 1996). Dollard y sus colaboradores hacían referencia a la primera acepción. Así se puede afirmar que la frustración no es lo mismo que la ausencia de recompensa, ya que debe existir un resultado deseable que debe haber asido esperado.

Así mismo Berkowitz, (1996) señala que para Dollard y sus colaboradores, la fuerza de instigación a la agresión generada por una frustración está en proporción directa con la cantidad de satisfacción que el individuo había anticipado y no ha obtenido. Esto significa que cuando las personas se ven inesperadamente impedidas para alcanzar sus metas pueden ser más hirientes con otras personas en la medida que más satisfacción habían esperado y en la medida en que no se puedan presentar nuevas oportunidades para alcanzar dichas metas.

De María (2004) señala que la violencia y la agresión no son resultado de una progresión innata hacia la agresión, sino una respuesta a la tensión en las sociedades, por lo que la agresión es el resultado del temor, la frustración y las privaciones, lo que quiere decir que la conducta agresiva es una respuesta que surge en el hombre, debido a las distintas presiones y tensiones que es sometido hoy en la sociedad. De esta frustración, de cualquier tipo que sea, resulta una situación angustiosa en el individuo. La reacción puede hallar cauces diversos de realización, la agresión directa con el objeto origen de la angustia; la agresión canalizada; la huida (consciente o neurótica) o el control reaccional si se dispone de un tiempo suficiente.

Una teoría revisada de la frustración-agresión combina los elementos de la hipótesis original con la teoría del aprendizaje social. Weinberg y Gould (1996) sostienen que esta perspectiva es ampliamente aceptada y mantiene que aunque la frustración no siempre provoca agresión, aumenta la probabilidad de ésta al elevar el arousal y el enfado. Sin embargo, el incremento del arousal y enfado sólo se traduce en agresión cuando indicaciones socialmente aprendidas señalan la conveniencia de la agresión en una situación concreta.

Weinberg y Gould (1996) señalan que los puntos fuertes de la teoría revisada de la frustración-agresión son que combina los mejores elementos de la teoría original de Dollard y sus colaboradores y la del aprendizaje social, y utiliza un modelo interaccional (el nivel individual de arousal-enfado en el contexto de las indicaciones ambientales socialmente aprendidas) para explicar la conducta.

2.3.3. Teoría del aprendizaje social

En contraste con las teorías de la agresión que se basan en el instinto y la frustración, asumiendo que los impulsos hostiles o de daño surgen de las emociones internas, las cuales llevan a una persona a ser agresivas, los psicólogos sociales sostienen que el aprendizaje también lleva a las personas a la agresión (Myers, 1995), por lo que también puede ser atribuida a eventos que ocurren fuera de la persona misma.

El modelo del aprendizaje social de Bandura (en Ardouin et. al., 2003) plantea que la agresividad es producto de dos procesos, constituyentes de todo aprendizaje vicario: la adquisición de conductas nuevas se realiza a partir de la observación de modelos significativos, a través de un proceso de modelado y el mantenimiento de las conductas agresivas se base en procesos de condicionamiento operante.

La teoría de Bandura sobre el aprendizaje social se basa en gran medida en el análisis experimental de la influencia del modelamiento de la conducta. Engler (1996) señala que el estudio más relevante de Bandura incluía la utilización de un muñeco grande de plástico, al que niños en edad preescolar observaron que fuera golpeado en forma agresiva por un adulto. Se menciona que el adulto atacaba el muñeco, dándole golpes y pateándolo mientras otro gritaba. A otro grupo de niños no se les presentó el modelo, resultado que el la conducta del primer grupo fue el doble de agresiva que la del grupo control.

Myers (1995) sostiene que por experiencia y la observación de otros se aprende que la agresión reditúa. Indica que las personas pueden aprender que la agresión tiene sus recompensas y ejemplifica con los niños agresivos cuyos actos intimidan a otros niños, reforzando así su conducta.

Así mismo Myers (1995) indica que, según McCarthy y Kelly, los jugadores de hockey más agresivos -los que son enviados con más frecuencia a la caja de castigo por juego rudo- anotan más goles que los jugadores no agresivos y lo jugadores adolescentes cuyos padres aplauden el juego físicamente agresivo muestran las actitudes y estilo de juego más agresivos. En los casos anteriores su puede afirmar que la agresión es instrumental para lograr ciertas recompensas.

Bandura sostiene que se aprende la agresión no sólo por experimentar sus "beneficios" sino también por la observación de los demás. Engler (1996) señala que Bandura, con sus experimentos pudo demostrar que tres factores influyen en el modelamiento para el aprendizaje de conductas: las características del modelo (es más probable que alguien sea influido por alguien semejante a sí mismo), los atributos del observador (las personas con menos autoestima pueden ser más propensas a imitar a un modelo) y las recompensas asociadas con una conducta (si se esperan resultados positivos a corto plazo), siendo el tercer factor el que puede ser más influyente.

Es importante señalar que la teoría del aprendizaje social goza de un respaldo científico considerable, y subraya el importante papel que personas significativas tienen en el desarrollo o el control de la agresión (Weinberg y Gould, 1996).

3. Comportamiento agresivo en la práctica deportiva

En los últimos veinte años, la sociedad se ha vuelto en general más violenta, y el deporte no es más que un reflejo de ello. Sin embargo, la práctica deportiva también puede ser un vehículo para controlar o refrenar la agresión y la violencia. Los partidos de baloncesto nocturnos se han hecho muy populares porque se cree que alejan a las bandas de las calles, y muchos consideran que el boxeo, la lucha y, en menor medida, el fútbol americano canalizan la agresión de una manera socialmente aceptable (Weinberg y Gould,1996, p. 543).

Aunque el comportamiento agresivo ha sido explicado desde múltiples perspectivas a lo largo del tiempo, la conducta agresiva en el ámbito deportivo pude considerarse como un tema novedoso ya que ha sido poco explorado por la psicología y por otras ciencias. A pesar de la existencia de diferentes teorías que intentan explicar la conducta agresiva en el ser humano, son muy pocos los que las han aplicado a los deportistas, que en la actualidad son importantes modelos a seguir para muchos(as) niños(as), ya que en parte actúan como guías de su comportamiento.

Es indudable que sociólogos y psicólogos se han enfocado a estudiar y explicar la conducta de las masas, y que en ocasiones dichas aglomeraciones de personas se dan en los escenarios deportivos, pero por lo general, en los estudios e investigaciones que se han realizado, no se hace referencia a los participantes directos de la actividad deportiva, que son los atletas mismos, sino que se enfocan a los aficionados que acuden a apoyar a sus ídolos. Además basan sus afirmaciones, principalmente en la teoría del aprendizaje social, dejando de lado otras posibles explicaciones para tales conductas. Por ello, el objetivo de este trabajo es analizar cuáles son las afirmaciones de las diferentes teorías de la agresión que pueden ser aplicadas al ámbito deportivo.

La actividad deportiva está regida por reglas que se deben seguir. Aun en los deportes de combate, en los cuales el contacto físico es permitido, para los fines del presente trabajo al referirse al comportamiento agresivo se hará referencia a las conductas que se salen de los lineamientos deportivos, es decir, de los reglamentos vigentes para cada deporte, y que por lo tanto son consideradas como conductas no éticas en la práctica deportiva.

La teoría de la agresión como producto del instinto señala que la conducta agresiva se debe a una acumulación de energías por parte del individuo y que la agresión surge cuando dichas energías no se descargan de manera adecuada. Aplicando al deporte esta teoría, la actividad deportiva es una fuente de descarga de energías, por lo que la probabilidad de que una persona incurra a la agresión debería disminuir al practicar el deporte, ya que de esta manera las energías se estarían canalizando de manera óptima; lo anterior indicaría que en el deporte las conductas agresivas no aparecen como algo instintivo.

La misma teoría hace referencia a que, en ocasiones, la agresión es adaptativa y permite la supervivencia del individuo, sobre todo en situaciones en que las propias necesidades se ven amenazadas. El deporte en sí mismo no puede considerarse como una situación en la que la supervivencia esté en riesgo, sin embargo, algunas personas pueden obtener por medio del deporte beneficios que afectan directamente la satisfacción de sus necesidades. Así, quienes ven en el deporte una fuente importante para satisfacer sus necesidades como la alimentación, el vestido, la economía, no sólo de sí mismo sino de personas cercanas, según la teoría del instinto, podrían ser más propensos a ser agresivos en la actividad deportiva ya que no ven al deporte como una fuente de descarga de energías sino como una fuente de satisfacción de necesidades y, por lo tanto, de la supervivencia misma.

En cuanto a la teoría de la frustración-agresión, que indica que la agresión es producto de una frustración anterior a la misma, lo que significaría que la agresión surge como resultado de no obtener beneficios esperados, resulta conveniente señalar que a diferencia de Dollard y sus colaboradores, se considera más adecuado definir la frustración como una reacción emocional, en vez de una barrera que impide conseguir metas u objetivos que se pretenden alcanzar.

Es indudable que, en algunas ocasiones, la frustración puede ocasionar comportamientos agresivos en los deportistas, como en el caso de algún futbolista cuyo equipo está perdiendo y en los últimos minutos le pega una patada descarada a un rival. Sin embargo, en la actividad deportiva son numerosas las ocasiones en las que un atleta no puede conseguir los resultados esperados, y aun así permanece sereno y sin actuar agresivamente en contra de los contrarios.

Lo anterior quiere decir que, aunque la frustración puede llevar a la agresión, no siempre es así. Quizá algunos podrían objetar esta afirmación, al decir que no todos los deportistas que obtienen resultados negativos en algún evento deportivo esperaban obtener resultados positivos, y por ello no se sentirían frustrados, ya que sabían de antemano que el resultado sería negativo. Por lo anterior, se puede decir que la frustración puede ser un detonante para que surja la agresión en algunas personas, pero no en todas las personas.

En cuanto a la teoría del aprendizaje social, que hace referencia a la adquisición de conductas agresivas por medio de la observación y del reforzamiento, se pude decir que hace su principal aportación la realiza al indicar que la conducta agresiva es aprendida y ese aprendizaje incluye factores externos al individuo (y no sólo factores internos, como en el caso de un instinto o la frustración). Es decir, un individuo tendrá tendencia agresiva si en su medio existe un ambiente de ese tipo.

En el deporte, muchas veces la agresión sirve a los atletas como táctica de juego, es decir la utilizan con un carácter instrumental. Esto se puede observar fácilmente cuando, por ejemplo, un jugador de fútbol comete una falta intencional (conducta agresiva) en contra de un rival con el fin de que el ritmo de juego disminuya, o para que el deportista agredido baje su nivel, al sentirse intimidado. En estos casos, la conducta del deportista agresor se ve reforzada al obtener un beneficio de dicha conducta. Así la teoría del aprendizaje social se puede aplicar al ámbito deportivo.

La teoría de aprendizaje social también señala que la observación, y no sólo el reforzamiento, contribuyen a que las personas (y por lo tanto los deportistas) realicen conductas agresivas. Muchas personalidades del deporte, de diferentes disciplinas deportivas, han agredido a sus contrarios. Dichas conductas son observadas por infinidad de personas que practican deportes a diferentes niveles. Como dichas personalidades son modelos a seguir es probable que la imitación de esas conductas se dé de manera abundante. Para ejemplificar, se denominará al sujeto J, como un beisbolista de 15 años, cuyo padre es coach de un equipo profesional de béisbol y que por lo tanto tiene contacto directo con deportistas profesionales. Éstos en múltiples ocasiones juegan de manera agresiva (fuera de las reglas) y obtienen su objetivo en base a dichas conductas, aunque en ocasiones también son sancionados. J, al jugar béisbol ha tenido un incremento significativo de conductas y expresiones agresivas en contra de otros jugadores de su edad desde que su padre es coach, es decir, desde que tiene contacto con deportistas agresivos, por lo tanto el aprendizaje social ha sido determinante en el comportamiento agresivo de J. Sin embargo, no sería prudente afirmar que todas las personas reaccionarían igual que J, ya que es posible que otros beisbolistas hubieran reaccionado diferentes al deportista del ejemplo mencionado.

También existe la teoría revisada de la frustración-agresión, que incluye elementos de la teoría del aprendizaje social y que puede considerarse como una valiosa aportación a la explicación del comportamiento agresivo, incluso en el ámbito deportivo, ya que sugiere la interacción de diversos factores sociales, como el aprendizaje y el reforzamiento, con la teoría de Dollard y sus colaboradores, lo que la hacen más completa. El hecho de que esta teoría tome en cuenta los factores internos del individuo como detonantes de conductas agresivas en combinación con factores externos, resulta importante en la explicación de la conducta agresiva, ya que hace suponer que la misma se debe a una diversidad de factores y no exclusivamente a uno sólo.

De acuerdo con todo lo anterior, se puede concluir que las diferentes teorías de la agresión pueden ser aplicadas al deporte de diferentes maneras. Así, la teoría del instinto puede ser aplicada, en mayor medida, a deportistas para los cuales la actividad deportiva implique la satisfacción de necesidades básicas; la teoría de la frustración-agresión puede aplicarse a deportistas que no obtienen los resultados que esperaban lograr y en los cuales aparece la agresión como reacción a dicha frustración; y la teoría del aprendizaje social puede aplicarse a deportistas que obtienen beneficios de la agresión en su práctica deportiva, por lo que tiene un carácter instrumental, y a los que observan a modelos significativos que sean agresivos.

4. Discusión

Como se ha mencionado con anterioridad, en la actualidad, el deporte es una actividad de suma importancia debido a que fomenta diferentes tipos de habilidades, que pueden permitir, a quien lo practica, desenvolverse de una manera adecuada dentro del entorno social en el que se desarrolla. Es por eso, que resulta importante avocarse al estudio de la agresión en este ámbito, ya que puede servir como una útil herramienta formativa, sobre todo en los niños.

En lo referente a la explicación del comportamiento agresivo en el ser humano, la teoría basada en el instinto, los teóricos de la frustración - agresión y la teoría del aprendizaje social pudieran ser, para algunos, teorías excluyentes entre sí. Sin embargo, al hacer la revisión de las mismas resulta notorio que afirmaciones de las tres teorías pudieran complementarse para así dar una explicación más completa al comportamiento agresivo en el deporte. Las teorías de la agresión hacen una explicación de la conducta agresiva como si ésta debiera a un único factor. En la realidad, puede afirmarse que la conducta agresiva es multifactorial, y en ella pueden estar involucrados factores de personalidad (es decir, factores internos o referentes a la persona misma) y factores del entorno del individuo (factores externos al individuo o factores sociales).

La conducta agresiva puede surgir de manera instintiva cuando alguien ve amenazadas sus necesidades o su integridad, pero ese comportamiento puede estar influido también por el aprendizaje. Un ejemplo son las personas que viven en los barrios donde hay un alto índice delictivo; los muchachos en muchas ocasiones tienen que mostrarse agresivos para no verse amenazados (para sobrevivir en su medio) pero han aprendido diferentes maneras de hacerlo de acuerdo a su experiencia y a las enseñanzas de otras personas. Así, en este caso, si se unen la teoría del instinto y la del aprendizaje social se puede obtener una mejor explicación de la conducta. Lo mismo ocurre en el deporte, hay personas que debido a diferentes factores actúan de manera agresiva en su disciplina deportiva, pudiendo ser ese comportamiento adaptativo en algunas ocasiones y dañino en otras, y pudiendo ser también debido a múltiples factores.

El deporte, además de ser considerado como una actividad promotora de la salud física y mental, puede considerase como una actividad promotora de la tolerancia, el respeto, el trabajo en equipo, comunicación, aceptación de reglas, virtudes que son muy importantes para vivir en armonía social. Por lo tanto, más que una actividad física o lúdica, la actividad deportiva es también promotora de la armonía social. Es cierto, que en los últimos años se han venido dando conductas agresivas en el deporte y que la violencia en torno al mismo ha aumentado, sobre todo en el deporte profesional, pero también el deporte ha unido países que siempre habían estado en guerra, o que han tenido problemas políticos a lo largo de la historia. El deporte, de manera conjunta con la educación, pueden ser dos armas pacíficas para promover la armonía social, para ayudar a la subsistencia de la humanidad en un clima de tolerancia y respeto, y para vivir en un mundo en donde la violencia y la agresión sean sólo casos aislados, sin tener un impacto real en la saludable convivencia social de la que, aunque utópica para muchos, se puede estar muy cerca.

Referencias

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