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La Bitácora del Dr. Ucha

Empleo de intervenciones psicológicas IV

Empleo de intervenciones psicológicas IV

Teniendo los elementos anteriores, el psicólogo debe evaluar, también cuál es el criterio del entrenador. Este puede facilitar su apreciación acerca de sí el deportista ejecutó su actividad en la competencia o en el entrenamiento de la forma que él esperaba. Sí se cumplieron los pronósticos en cuanto al grado de rendimiento, lo que no incluye necesariamente la victoria.

Por último, más allá de la elección de la intervención y de sus posibles efectos positivos, el psicólogo, aun, debe considerar la existencia de errores en la forma de enfocar la aplicación de las intervenciones, los cuales se describen de la forma siguiente:

En el plano de lo teórico y metodológico encontramos en el estudio de las intervenciones psicológicas la misma fragmentación que existe en áreas como el estudio de la personalidad.

Uno de los problemas que presenta la aplicación de las intervenciones psicológicas consiste en la unilateralidad y la división existente entre las teorías que sirven de base al quehacer en el uso de las mismas en cuanto los niveles de lo psíquico en que se dedican.

En relación con esto, F. González Rey (1997), argumenta que las distintas escuelas en psicoterapia que sirven de base para el desarrollo de las intervenciones se orientan en niveles diferentes, con lo cual son capaces de resolver satisfactoriamente sólo aquellos problemas que se inscriben en el nivel que resulta objeto de su atención.

De esta manera, F. González Rey (1997), puntualiza que el análisis conductual interviene en aquellos procesos que se dan en el nivel del comportamiento, la intervención sobre este nivel básicamente ocurre por medio del mecanismo del condicionamiento, como si el comportamiento se agotara en los condicionamientos. Sobre todo mediante la reconceptualización de las categorías sobre las cuales el sujeto opera, el humanismo se orienta a la reconstrucción de la intencionalidad y la volición del sujeto, a la recuperación de su capacidad de autodeterminación, fundamentalmente trabajando en el nivel consciente de la personalidad y el psicoanálisis se orienta a trabajar la esfera inconsciente, mediante acciones terapéuticas profundas, por mencionar los enfoque más relevantes.

Cada una de estas posiciones de un planteamiento teórico muestra como absoluta su comprensión de la personalidad y el nivel de funcionamiento psicológico al que se orienta en su intervención, con lo cual deforma tanto su comprensión de la personalidad como las posibilidades de efectividad de las acciones que utilizan.

El funcionamiento psicológico del individuo como personalidad, se integra sistemáticamente en los distintos niveles de regulación psíquica, expresándose en cada uno de ellos particularidades generales del sistema de la personalidad.

Tomar como absoluto uno de estos niveles, ignorando los otros, significa simplificar la naturaleza real de la personalidad.

Todo ello, nos lleva a enfatizar la necesidad de integración de las intervenciones psicológicas diferentes por su concepción, en un enfoque único e integral del proceso de preparación mental de deportista.

Por tal motivo, F. González Rey (1997) alega que las intervenciones que se desarrollan en marcos conceptuales diferentes deben ir orientadas de forma individualizada a la personalidad como sistema, no agotándose en ninguna manifestación parcial de esta, por lo cual resultan válidas, siempre que estén orientadas por una concepción general de la personalidad.

Los psicólogos del deporte debemos considerar que cualquier intervención va dirigida a un sujeto vivo, que participa activamente de la interacción donde se produce.

Operar las intervenciones como una tecnología centrada en los procedimientos y dirigida a formas parciales del comportamiento, representa una inadecuación en la representación, tanto en la personalidad a quien se dirige dicha intervención, como del proceso mismo de preparación psicológica.

En la proyección de la intervención debemos integrar nuestro conocimiento sobre la personalidad del deportista en un diagnóstico diferenciado del mismo, incorporando a este diagnóstico todos los elementos del estado actual del deportista, como pueden ser, su representación sobre lo que le ocurre, su disposición a mejorar su estado anímico, los conflictos más agudos que experimente, sus limitaciones y deficiencias.

De este diagnóstico surge una estrategia de intervención dirigida no sólo a sus limitaciones e insuficiencias sino al deportista como portador activo de un estado inadecuado.

Estas estrategias integran acciones concretas en los distintos niveles de la regulación psicológica, las cuales se interrelacionan estrechamente entre sí, por medio de las necesidades que van apareciendo en el deportista a lo largo del proceso de preparación deportiva. Por ejemplo, si aplicáramos una intervención que proviene de la terapia conductual; es necesario que la intervención sobre el comportamiento no se limite por la extinción o reforzamiento de un comportamiento concreto, tomado como unidad aislada y parcial de la expresión individual, sino que tiene, también, un sentido integral para el deportista, expresado en las vivencias, reflexiones y puntos de vista que este cambio implica, los que constituyen los verdaderos resortes psicológicos de una transformación de la personalidad, cuyo elemento desencadenador puede lograrse en la intervención al nivel de comportamiento.

De este modo, intervenir en el plano del comportamiento no es más que una acción complementaria en el marco de un sistema de acciones del proceso de preparación mental, cuyo centro es el deportista en su verdadera unidad y diversidad, por tanto, el alcance de las acciones del psicólogo tendrá que ser evaluado en el sentido de estas para el deportista.

Al colocar la personalidad del deportista en el centro del trabajo del psicólogo, éste debe informar al deportista y entrenador del procedimiento de intervención, de los posibles beneficios y perjuicios, de los cuidados y controles necesarios para cada método.

 

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